En la actualidad los especialistas recomiendan la realización periódica y rutinaria de un fondo de ojo a partir de los 50 años. El objetivo es detectar posibles alteraciones de la retina, la mácula o el nervio óptico en sus fases iniciales, lo que permitirá aumentar la eficacia del tratamiento y controlar o ralentizar su evolución. Esta revisión rutinaria es especialmente importante en personas con diabetes, hipertensión arterial y otras enfermedades que pueden dañar el polo posterior del ojo.
